En la edad Media, los monjes del monasterio de Samos en Lugo, consumían un plato formado por habas tiernas cocidas en leche y aderezadas con miel, éste se consideraba un postre. Las habas viudas reciben este nombre, porque no van acompañadas de carne ni pescado, ya que al ser habas jóvenes son más sabrosas, y tienen más valor nutritivo, también producen una mayor sensación de hartazgo y por eso no van acompañadas.